JOVEN CRISTIANO CAP.1 ¿Qué puedo hacer para que mis padres me entiendan?

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¿Qué puedo hacer para que mis padres me entiendan?


“Cuando traté de explicarles a mis padres cómo me sentía, no supe expresarme, y ellos no me dejaron seguir hablando. ¡Con lo que me costó decidirme! Y total, no sirvió de nada.” (Rosa)

ES POSIBLE que, hasta hace poco, tus padres fueran las primeras personas a las que corrías a contarles cualquier novedad —fuera grande o pequeña— y todo lo que pensabas y sentías. Para ti, nadie sabía más que ellos. 
Pero ahora te parece que no te entienden como antes. “Una noche, durante la cena, me puse a llorar y a decirles cómo me sentía —cuenta una chica llamada Edie—. Aunque me escuchaban, parecían no entender.” ¿Qué hizo ella? “¡Me fui a mi cuarto a seguir llorando!”

Quizás también haya ocasiones en las que no quieras decirles absolutamente todo. “Hablo con mis padres de muchas cosas —afirma Cristóbal—. Pero no creo que siempre deban saber todo lo que pienso.”
Claro, no está mal guardarse algunas cosas, siempre y cuando no les estés ocultando algo malo (Proverbios 3:32). Pero sea que tus padres no te entiendan o que tú no quieras abrirte completamente, una cosa está clara: tú necesitas hablar con tus padres, y ellos necesitan que lo hagas.

No dejes de intentarlo
¿Qué harías si te encontraras con un obstáculo en la carretera? ¿Renunciarías a llegar a tu destino, o intentarías llegar por otra ruta? Pues lo mismo puedes hacer a la hora de comunicarte con tus padres. Veamos dos ejemplos.

OBSTÁCULO 1  Tú quieres hablar, pero parece que ellos no prestan atención. “Me cuesta hablar con mi padre —explica Lidia—. A veces me pasa que le estoy contando algo importante y, al rato, me sale con: ‘Perdona, ¿me decías algo?’.”

PREGUNTA: ¿Qué puede hacer Lidia? Tiene al menos tres opciones.

Opción A
Protestar con malos modos. “¡Esto es importante, papá! —grita Lidia—. ¡Escúchame!”

Opción B
No contarle nada. Se calla y no vuelve a intentar hablarle de sus problemas.

Opción C
Buscar otro momento más oportuno para hablar. Puede hacerlo cara a cara más adelante o incluso escribirle una carta.

¿Cuál crees tú que es la mejor opción? ..... 
Analicemos estas opciones una a una.

Es obvio que el padre de Lidia tiene la cabeza en otra parte y no se da cuenta del efecto que causan sus palabras. Si Lidia elige la opción A y le responde gritando, su padre no entenderá por qué lo hace y no le prestará la atención que ella busca. Además, Lidia no estará mostrándole respeto (Efesios 6:2). Así que, como ves, esta opción en realidad no resuelve nada.

Es muy probable que la opción B sea el camino más fácil, pero no el mejor. Como dice Proverbios 15:22, “los planes fracasan cuando no se consultan” . Si a Lidia le preocupa algo, lo más conveniente es que le pida ayuda a su padre. Sin embargo, él no podrá aconsejarla a menos que ella le explique qué es lo que le pasa. Hemos visto, entonces, que no contarle nada tampoco es la solución.

En cambio, con la opción C, Lidia no permite que un simple obstáculo en el camino le impida alcanzar su objetivo. Sencillamente deja para otro momento la conversación con su padre. Puede incluso escribirle una carta, pues esto hará que se sienta mejor y le permitirá organizar sus ideas. Además, cuando su padre la lea, entenderá mejor lo que ella trataba de explicarle. Sin duda, esta opción les conviene a los dos.

¿Se te ocurre alguna otra alternativa en el caso de Lidia? Anótala y trata de ver cuál sería el resultado.

OBSTÁCULO 2  Tus padres quieren hablar, pero tú no. “No soporto que mis padres me sometan a un interrogatorio tras un largo día de clases —se lamenta Sara—. Cuando llego a casa, lo único que quiero es olvidarme de la escuela, pero ellos empiezan a acosarme con preguntas como: ‘¿Qué tal te fue? ¿Tuviste algún problema?’.” Está claro que los padres de Sara lo hacen con la mejor intención. Pero ¿cómo se siente ella? “Me cuesta hablar de la escuela cuando estoy cansada y estresada.”

PREGUNTA: ¿Qué puede hacer Sara? Al igual que en el ejemplo anterior, tiene al menos tres opciones.

Opción A
Negarse a hablar. “¡Déjenme en paz! No tengo ganas de hablar”, les contesta Sara a sus padres.

Opción B
Ceder de mala gana. Responde las preguntas de sus padres, pero a regañadientes.

Opción C
Hablar, pero de otro tema. Les explica que está cansada y que prefiere hablar de otra cosa y dejar el tema de la escuela para otro momento. Luego les pregunta: “Y a ustedes, ¿cómo les fue hoy?”.

¿Cuál crees tú que es la mejor opción? .....

Analicémoslas también una a una.

Sara está tan estresada que no tiene ganas de hablar. Si elige la opción A, seguirá estresada y, peor todavía, se sentirá mal por la forma en que respondió a sus padres (Proverbios 29:11).
Los padres, por su parte, no entenderán a qué se debe su reacción y mucho menos que ella no les quiera hablar. Hasta es posible que desconfíen de ella y entonces insistan en preguntarle. Como resultado, Sara se frustrará aún más. Y al final, todos saldrán perdiendo.

La opción B es mejor que la anterior, pues logra que Sara hable con sus padres. Pero como lo hace obligada, no tendrá una conversación franca y relajada con ellos.

¿Qué hay de la opción C? Sara no tendrá que hablar de la escuela. Aun así, sus padres estarán contentos por haber conversado con ella. Sin duda, esta última opción tiene más probabilidades de funcionar que las otras. Además, tanto Sara como sus padres estarán siguiendo el consejo de Filipenses 2:4: “No se ocupen sólo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás”.

Las palabras sí importan

Recuerda que lo que tú dices no siempre es lo que tus padres interpretan. Pongamos por caso que uno de tus padres te pregunta por qué estás de mal humor y tú le respondes que no quieres hablar del tema. Él tal vez lo interprete así: “No me lo dice porque no confía en mí. Prefiere contarles sus problemas a sus amigos”. Ahora imagínate que tu padre se ofrece a ayudarte con un problema. ¿Cómo podría él interpretar tus palabras?

Tú le respondes: “No te preocupes, puedo resolverlo solo”.

Tu padre entiende: .....

Sería mejor responder: .....

En resumen, piensa bien lo que dices y cómo lo dices (Colosenses 4:6). Tus padres merecen que los respetes. Ellos no son tus enemigos, sino tus aliados. Y siendo francos, vas a necesitar muchos aliados para enfrentarte a los problemas que te surjan en la vida.


EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO
¿Y si tu problema es que cada vez que hablas con tus padres acabas discutiendo con ellos?

Texto bíblico clave
“Hablo con toda sinceridad; digo la verdad.” (Job 33:3, Nueva Traducción Viviente)

Una sugerencia
Si te cuesta sentarte a hablar de algún problema con tus padres, puedes hacerlo mientras viajan en automóvil, van caminando hacia algún sitio o salen de compras.

¿Sabías esto?
A tus padres les cuesta hablar de ciertos temas tanto como a ti. Quizás se sientan incómodos o crean que no están preparados.

¡Manos a la obra!
La próxima vez que mis padres quieran hablar de un problema y yo no tenga ganas, voy a hacer esto: .....

¿Qué les voy a decir a mis padres si insisten en que hable de algo que no quiero? .....

¿Qué quiero preguntarle a mi padre o a mi madre sobre este tema? .....

Y tú, ¿qué piensas? 
● ¿Cuánta importancia tiene en la comunicación elegir el momento para hablar? (Proverbios 25:11.)
● ¿Por qué vale la pena hablar con tus padres? (Job 12:12.)



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