Aprenda a perdonar

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El verdadero perdón emana del corazón. Implica perdonar el error del ofensor y olvidar cualquier deseo de venganza. De este modo, la justicia final y la posible retribución se dejan en manos de Jehová. (Romanos 12:19.)

Debe tenerse en cuenta, no obstante, que como “el corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado”, no siempre se inclina a perdonar, aun cuando deba hacerlo. (Jeremías 17:9.) Jesús mismo dijo: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias”. (Mateo 15:19.)

Afortunadamente, podemos educar nuestro corazón para que haga lo que es correcto. Sin embargo, la educación que necesitamos debe proceder de una fuente más elevada. No podemos hacerlo a nuestra manera. (Jeremías 10:23.) Un salmista inspirado por Dios reconoció este hecho y le pidió su dirección. Suplicó a Jehová en oración: “Enséñame tus disposiciones reglamentarias. Hazme entender el camino de tus propias órdenes”. (Salmo 119:26, 27.)

Según otro salmo, el rey David del antiguo Israel llegó a “entender el camino” de Jehová. Lo experimentó en su propia vida y aprendió de él. De modo que pudo decir: “Jehová es misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa. Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen”. (Salmo 103:8, 13.)

Tenemos que aprender como David, y estudiar con oración el ejemplo perfecto de cómo perdonan Dios y su Hijo. De este modo aprenderemos a perdonar desde el corazón.
Ahora bien, quizá se pregunte: ¿Y qué debe hacerse en el caso de pecados graves? ¿Deben perdonarse todos los pecados?

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