Seamos prudentes con el alcohol

ad+1


En diversas ocasiones, Jesús tomó vino, sabiendo que es un regalo de Dios (Sal. 104:14, 15). Sin embargo, nunca cayó en excesos con la bebida (Pro. 23:29-33). Por eso pudo recomendar sin ninguna hipocresía que se evitaran tales abusos (Lucas 21:34). El consumo inmoderado de alcohol puede conducir a otros graves pecados. De ahí que Pablo escribiera: “No anden emborrachándose con vino, en lo cual hay disolución o conducta desenfrenada, sino sigan llenándose de espíritu” (Efe. 5:18). Además, exhortó a las hermanas de edad avanzada a que no estuvieran “esclavizadas a mucho vino” (Tito 2:3).

Si nuestra conciencia nos permite consumir alcohol, deberíamos preguntarnos: “¿Tengo la misma actitud que Jesús frente a los excesos con la bebida? Si me viera en la necesidad de aconsejar a un hermano sobre este asunto, ¿podría hacerlo con franqueza? ¿Bebo para olvidar los problemas y relajarme? ¿Cuánto alcohol consumo semanalmente? ¿Cómo reacciono cuando alguien da a entender que me estoy excediendo? ¿Me pongo a la defensiva o incluso me enojo?”. Si dejamos que el vino nos esclavice, se verán afectadas las facultades que nos permiten razonar con claridad y tomar decisiones sabias. Y eso es algo que, como cristianos, no podemos permitir, pues siempre debemos proteger nuestra capacidad de pensar (Pro. 3:21, 22).

0 comentarios: