El jarro grande de harina mismo no se agotará, y el jarro pequeño de aceite mismo no fallará (1 Rey. 17:14).

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Los únicos alimentos que poseía la viuda de Sarepta eran “un puñado de harina en el jarro grande y un poco de aceite en el jarro pequeño”. Por eso, creía que no podía ofrecerle nada a Elías, y así se lo explicó (1 Rey. 17:8-13). Con todo, el profeta insistió en que le hiciera “primero una pequeña torta redonda”, y le aseguró que Jehová continuaría proveyéndoles alimentos a ella y su hijo. La decisión que debía tomar la viuda tenía que ver con algo mucho más importante que el empleo de sus últimas provisiones. ¿Se preocuparía más por cubrir sus necesidades materiales y las de su hijo, o por obtener la aprobación y la amistad de Dios? ¿Confiaría en que Jehová podía salvarlos? Nosotros nos enfrentamos hoy a un dilema semejante. ¿Nos interesa más conseguir seguridad material, o recibir la aprobación de Jehová? Sin duda, tenemos sobradas razones para confiar en Dios y servirle. Y él nos ha explicado cuáles son los pasos que debemos dar para gozar de su favor.

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