Valiosos a los ojos de Dios

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Hace tres mil años, un fiel siervo de Dios quedó deslumbrado por el esplendor de un cielo tachonado de estrellas. Pero al contemplar este espectáculo, lo que más le maravillaba era pensar que el majestuoso Creador del universo se interesara por simples seres humanos, tan insignificantes en comparación. Por eso, escribió: “Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre terrestre para que cuides de él?” (Salmo 8:3, 4). 

Cualquiera podría haber concluido que el Dios supremo está demasiado lejos o demasiado ocupado como para interesarse en hombres y mujeres imperfectos. Sin embargo, el escritor de este salmo sabía que, pese a nuestra fragilidad e intrascendencia, Dios nos considera muy valiosos.

Otro salmista aseguró: “Jehová está complaciéndose en los que le temen, en los que esperan su bondad amorosa” (Salmo 147:11). ¡Qué hermosas lecciones aprendemos de estos dos salmos! El Dios de los cielos no solo sabe que existimos, sino que además cuida de nosotros y se complace en lo que hacemos.

El cumplimiento de una antigua profecía confirma este hecho. Por medio del profeta Ageo, Jehová predijo que en nuestros días tendría lugar una importante obra, la predicación. Entonces indicó uno de los resultados de dicha obra: “Las cosas deseables de todas las naciones tienen que entrar; y ciertamente llenaré de gloria esta casa” (Ageo 2:7).

¿Qué son “las cosas deseables de todas las naciones”? No se trata de riquezas, pues a Jehová no le complacen ni el oro ni la plata (Ageo 2:8). Lo que alegra su corazón son las personas que, con imperfecciones y todo, le sirven por amor (Proverbios 27:11). Su celo y devoción hace que Dios las considere “cosas deseables” que le traen gloria. ¿Es usted una de esas personas?

Puede parecer mentira que criaturas tan intrascendentes y llenas de defectos sean algo tan valioso para el Creador del universo. Pero es la pura verdad. ¿No debería esto impulsarnos a conocerlo mejor? De hecho, Jehová mismo nos invita a hacerlo (Isaías 55:6; Santiago 4:8).

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