Para todo hay un tiempo señalado, aun un tiempo para todo asunto bajo los cielos (Ecl. 3:1).

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En la vida, hay muchas actividades que valen la pena. Sin embargo, en todo momento hemos de tener claro cuál es la labor más importante que debemos llevar a cabo. Eso nos permitirá fijar el debido orden de prioridades. Durante su vida en la Tierra, Jesús sabía perfectamente en qué punto de la historia se encontraba, así como la labor que debía realizar. Supo definir bien sus prioridades, pues comprendía que había llegado el tan esperado momento de que se cumplieran muchas profecías mesiánicas (1 Ped. 1:11; Rev. 19:10). Entre otras cosas, tenía que demostrar que él era el Mesías prometido, dar amplio testimonio del Reino y reunir a sus futuros compañeros de gobierno. Además, debía poner los fundamentos de la congregación cristiana, la cual se encargaría de predicar y hacer discípulos hasta la parte más lejana de la Tierra (Mar. 1:15).

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