¿Por qué se valió Satanás de una serpiente para hablar con Eva?

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La Biblia indica claramente que fue Satanás quien manipuló a la serpiente en el jardín de Edén. Pero ¿por qué habrá empleado alguien tan poderoso un método como ese?

La Palabra de Dios nos advierte que Satanás utiliza astutas “maquinaciones” para tratar de engañarnos, y el relato de Edén es una buena muestra de ello (Efesios 6:11). Lejos de ser una simple fábula con animales que hablan, constituye un claro ejemplo de las artimañas con las que el Diablo trata de alejarnos de Dios. Veamos con más detalle por qué usó ese ardid.

Hay que admitir que Satanás supo elegir a su víctima. Sabía que Eva era el ser más joven e inexperto del universo, así que ideó una treta muy maliciosa. Como si de un ventrílocuo se tratara, le hizo creer que quien le hablaba era una serpiente, un animal sigiloso por naturaleza. De este modo logró esconder su identidad y sus verdaderas intenciones (Génesis 3:1). Pero también consiguió otros objetivos.

Para empezar, capturó el interés de Eva, pues ella sabía que las serpientes no hablan. No olvidemos que su esposo estudió a los animales —incluida la serpiente— y les puso nombre a todos, así que es muy probable que ella también conociera bien a este reptil (Génesis 2:19). El hecho es que a Eva le picó la curiosidad, y acabó fijando su atención en lo único que tenía prohibido tocar en todo el jardín. Por otra parte, supongamos que la serpiente estaba entre las ramas del árbol. En tal caso, la treta del Diablo pudo haber llevado a Eva a pensar que la serpiente había comido del fruto y que por eso era capaz de hablar. Incluso puede que se dijera: “Si el fruto ha tenido este efecto en una serpiente, ¿qué ocurrirá si lo como yo?”. No sabemos a ciencia cierta si a Eva le pasó esta idea por la cabeza, ni tampoco si la serpiente comió del árbol. Pero hay algo que sí es seguro: cuando la serpiente le dijo que si comía del fruto sería “como Dios”, Eva no tuvo reparos en creerle.

Además, Satanás eligió muy bien sus palabras. Al darle a entender a Eva que Dios le estaba ocultando algo bueno, que le estaba coartando injustamente su libertad, le hizo dudar sobre Jehová Dios. Él sabía que, para que su plan funcionara, ella tenía que poner sus deseos egoístas por encima del amor a su Creador, quien le había dado todo (Génesis 3:4, 5). Por desgracia, la jugada le salió bien. Quedó claro que Eva no había cultivado verdadero amor y agradecimiento por Jehová; y lo mismo podía decirse de Adán. ¿Y no es cierto que hoy día el Diablo promueve el mismo tipo de ideas egoístas para alejar de Dios a la gente?
Ahora bien, ¿qué pretendía Satanás con aquella treta? ¿Cuáles eran sus verdaderas intenciones? En Edén procuró ocultar su identidad y sus motivos, pero tiempo después no le importó mostrar su verdadera cara. Cuando tentó a Jesús, como sabía que no le iban a servir de nada los disfraces, fue al grano y le pidió descaradamente que le rindiera “un acto de adoración” (Mateo 4:9). Salta a la vista que lo corroe la envidia por la adoración que Jehová recibe, y que haría cualquier cosa por desviarla o contaminarla. Le encanta lograr que los seres humanos desobedezcan a Dios.

Afortunadamente, la Biblia nos pone sobre aviso, pues nos ha advertido que el Diablo es muy astuto y está empeñado en engañarnos. Como “no estamos en ignorancia de sus designios” y sus trampas, no tenemos por qué cometer la misma insensatez que Eva (2 Corintios 2:11).

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