Oró con fervor

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Daniel se mantenía en constante comunicación con su Padre celestial. Fueron muchas las ocasiones en que acudió a él por ayuda. Por ejemplo, cuando el rey Nabucodonosor de Babilonia amenazó con matarlo si no lograba interpretarle un sueño, el joven Daniel le pidió a Jehová que lo ayudara y protegiera (Daniel 2:17, 18). Años más tarde, humildemente confesó a Dios sus pecados junto con los del pueblo y le suplicó que les tuviera misericordia (Daniel 9:3-6, 20). Además, no dejó de pedir la guía divina cuando no lograba entender el significado de alguna visión. Y Jehová lo escuchaba, pues en cierta ocasión envió a un ángel para que le proporcionara mayor entendimiento. Este ángel le aseguró: “Tus palabras han sido oídas” (Daniel 10:12).

Pero el fiel profeta no solo le oraba a Dios para hacerle ruegos. La Biblia declara: “Hasta tres veces al día oraba y ofrecía alabanza delante de su Dios, como había estado haciendo regularmente” (Daniel 6:10). Daniel tenía motivos de sobra para alabar a Jehová y expresarle agradecimiento. Y, como acabamos de leer, lo hacía a menudo. Orar era tan importante en su servicio a Dios, que no dejó de hacerlo ni cuando su vida se vio amenazada por ello. Su constancia y lealtad de seguro conmovió el corazón de Jehová.

Al igual que Daniel, usted también puede beneficiarse del hermoso don de la oración. Por eso, no permita que pase ni un solo día sin que se haya comunicado con su Padre celestial. Cuéntele sus preocupaciones y no olvide alabarlo y darle gracias por todas sus bondades. Piense en cómo ha contestado sus súplicas y exprésele su gratitud. Tómese todo el tiempo que sea necesario. Si le abre su corazón a Dios, se sentirá muy cerca de él. ¿Verdad que esa es una buena razón para no dejar nunca de orar? (Romanos 12:12.)

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