¿Quién es mi prójimo?

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Cuando Jesús le indicó al fariseo que el segundo mandamiento era amar al prójimo como a uno mismo, en realidad citó un precepto que había recibido Israel y que hallamos en Levítico 19:18. En ese mismo capítulo se mandó a los judíos que no solo consideraran prójimo suyo a cada israelita, sino también a otras personas. El versículo 34 especifica: “El residente forastero que reside con ustedes debe llegar a serles como natural suyo; y tienes que amarlo como a ti mismo, porque ustedes llegaron a ser residentes forasteros en la tierra de Egipto”. Por consiguiente, tenían que tratar con amor hasta a quienes no eran judíos, sobre todo a los prosélitos.

Pero los maestros judíos de la época de Jesús no opinaban igual. Algunos enseñaban que términos como “amigo” y “prójimo” estaban reservados para los judíos, y que había que odiar a la gente de otros pueblos. Llegaban a decir que ser religioso exigía despreciar a quienes no lo eran. Como señala un libro, “en tal ambiente era imposible extinguir el odio; había leña de sobra para alimentarlo”.

Jesús tocó este asunto en el Sermón del Monte, donde aclara a quién hay que tratar con amor: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo’. Sin embargo, yo les digo: Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen; para que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:43-45). Con estas palabras, Jesús destacó dos puntos: primero, que Jehová trata con generosidad y bondad a buenos y malos, y segundo, que debemos copiar su ejemplo.

En otra ocasión, un judío experto en la Ley le preguntó a Jesús: “¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo?”. Él le contestó con la siguiente parábola: un viajero de Samaria encontró a un judío al que unos salteadores habían dejado maltrecho y sin nada. Aunque sabía cuánto despreciaban a los samaritanos la mayoría de los judíos, le vendó las heridas y lo dejó en una posada para que convaleciera. ¿Cuál es la lección? El amor al prójimo también debe abarcar a quienes son de otra raza, país o religión (Lucas 10:25, 29, 30, 33-37).

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