Inculquen en sus hijos valores que los protejan

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Loida, una madre, dice: “Como en las escuelas reparten condones, los muchachos creen que, siempre y cuando se protejan, tener relaciones está bien”.

Nobuko, una madre, cuenta: “Cuando le pregunté a mi hijo qué debe hacer si él y su novia se quedan solos, me contestó: ‘No sé’”.

SEGURO que cuando su pequeño comenzó a dar sus primeros pasos, ustedes hicieron todo lo posible por evitar que se hiciera daño. Tal vez cubrieron las tomas de corriente, escondieron los objetos punzantes e instalaron vallas en las escaleras.

Pero ahora que es un adolescente, los peligros son más serios, y la tarea de protegerlo, más complicada. Quizá se pregunten si su hijo está viendo pornografía, o si su hija se ha tomado fotos eróticas y las está enviando por el celular. Es más, puede que les robe el sueño la siguiente inquietud: “¿Estará teniendo relaciones sexuales?”.

Una falsa sensación de control
Algunos padres piensan que la solución está en vigilar a sus hijos las veinticuatro horas del día. Pero con el tiempo, estos padres descubren que sus hijos se han hecho expertos en burlar la vigilancia y que practican a escondidas todo lo que tenían prohibido.
Está claro que controlarles hasta el menor movimiento no es la mejor estrategia. Ni siquiera Jehová Dios se vale de esa táctica para que sus criaturas le obedezcan (Deuteronomio 30:19). Entonces, ¿qué pueden hacer para asegurarse de que sus hijos tomen decisiones sabias y conserven la castidad? (Proverbios 27:11.)

Algo esencial es conversar frecuentemente sobre el tema. Lo mejor es empezar en la niñez, pero no dejen de hacerlo cuando sus hijos se hagan adolescentes (Proverbios 22:6). Recuerden que ustedes deben ser su principal fuente de información. Alicia, una joven declara: “Hay quienes piensan que preferimos hablar de sexo con los amigos, pero la realidad es que a muchos nos gusta escuchar a nuestros padres. Lo que ellos dicen es más confiable”.

Necesitan valores
Si su hijo es adolescente, seguro que ya sabe de dónde vienen los bebés. Pero eso no basta. Es preciso que tenga “sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto” (Hebreos 5:14). Los jóvenes deben desarrollar valores morales, principios sólidos que los ayuden a tomar buenas decisiones. Pero ¿qué pueden hacer ustedes para que sus hijos adopten esos valores y se rijan por ellos?

Para empezar, analicen sus propios valores. Tal vez estén convencidos de que la fornicación —es decir, tener relaciones sexuales fuera del matrimonio— es un pecado                   (1 Tesalonicenses 4:3). Sin duda, sus hijos conocen su postura, y es probable que hasta puedan recitar de memoria los textos bíblicos que la apoyan. Por tanto, si se les pide su opinión, enseguida dirán que la fornicación está mal.

Pero se requiere algo más. Un libro sobre educación sexual, titulado Sex Smart, explica que muchos jóvenes sencillamente repiten lo que les dicen sus padres porque “aún no tienen sus propias convicciones”. Y añade: “Cuando se hallan ante una situación en la que tienen solo unos segundos para decidir hasta dónde van a llegar, se ven en un grave aprieto”. Por eso es tan importante que tengan buenos valores. ¿Cómo pueden ayudarlos?

Expresen sus valores. ¿Creen ustedes que se debe esperar a estar casado para tener relaciones sexuales? Entonces, díganselo a sus hijos con frecuencia y de forma clara. Según cierto libro sobre el tema, se ha demostrado que “cuando los padres les recalcan a sus hijos que el sexo entre adolescentes les parece totalmente inaceptable, estos suelen dejar para más adelante las relaciones sexuales” (Beyond the Big Talk).

Ahora bien, como vimos, el hecho de que los hijos conozcan cuáles son los valores de sus padres no garantiza que los vayan a adoptar. Con todo, tales valores pueden servirles como base para ir formando su propio código de conducta. Además, los estudios han revelado que muchos jóvenes terminan aceptando los valores de sus padres, aun cuando en la adolescencia los echaran a un lado.

¿POR QUÉ NO INTENTAN ESTO? Aprovechen alguna noticia para iniciar una conversación que les permita expresar sus valores. Por ejemplo, si en el noticiero se informa sobre un delito sexual, podrían decir algo como: “Es terrible que haya hombres que vean a las mujeres como simples objetos sexuales. ¿Qué crees que los lleva a eso?”.

Denles un cuadro completo. Es cierto que a los hijos hay que advertirles sobre los peligros del sexo (1 Corintios 6:18; Santiago 1:14, 15). Pero recuerden que en la Biblia el sexo se presenta como un regalo del Creador, y no como una trampa de Satanás (Proverbios 5:18, 19; El Cantar de los Cantares 1:2). Si al hablar del tema con sus hijos siempre resaltan los aspectos negativos, ellos se harán un concepto de la sexualidad que ni es el correcto ni se basa en las Escrituras. Fíjense en lo que dice Corrina, una joven de Francia: “Como mis padres me daban muchos sermones sobre la inmoralidad sexual, llegué a mirar el sexo con malos ojos”.

Así que procuren que sus hijos conozcan toda la verdad sobre el sexo. Nadia, una madre, dice: “Siempre he querido que mis hijos comprendan que las relaciones sexuales son algo natural, un hermoso regalo que Jehová ha hecho a los casados. Quiero que entiendan que el sexo puede traerles alegrías o disgustos; todo depende de lo que decidan hacer con ese regalo”.

¿POR QUÉ NO INTENTAN ESTO? La próxima vez que surja el tema, terminen la conversación con un comentario positivo. No tengan miedo de decirles a sus hijos que las relaciones sexuales son un don de Dios y que podrán disfrutar de ellas cuando se casen. Háganles saber que ustedes confían en que, mientras llega ese momento, ellos sabrán comportarse en armonía con los principios bíblicos.

Ayúdenlos a pensar en las consecuencias. A fin de tomar buenas decisiones, no sirve con solo saber lo que está bien y lo que está mal. Hay que aprender a evaluar las opciones que tenemos y a reconocer las ventajas y desventajas de cada una. Una cristiana llamada Emma cuenta: “De joven, conocía bien las normas de Dios. Pero no estaba muy convencida. Los errores que cometí me enseñaron que es imprescindible tener claro por qué conviene obedecer esas normas y qué te sucederá si las pasas por alto”.

A este respecto, la Biblia es de gran ayuda, pues a la vez que expone las leyes de Dios, nos explica las consecuencias de violarlas. Hallamos un ejemplo en Proverbios 5:8, 9. Allí, tras animar a un joven a rechazar la fornicación, se destaca la razón: “Para que no des a otros tu dignidad”. Y es que quien tiene relaciones sexuales fuera del matrimonio pierde parte de su honor y de su amor propio. Y eso, además de deteriorar su relación con Jehová, lo hace mucho menos atractivo para quien sí ha permanecido casto. Si su hijo piensa en los riesgos que supone para su bienestar físico, emocional y espiritual desobedecer las leyes de Dios, se sentirá impulsado a dejarse guiar por ellas.

¿POR QUÉ NO INTENTAN ESTO? Utilicen comparaciones para que su hijo comprenda la importancia de respetar los principios bíblicos. Tal vez puedan decirle: “¿Es lo mismo una hoguera que un incendio forestal? ¿Qué diferencia hay? ¿Podría compararse eso a lo que ocurre con el sexo? ¿Qué podría suceder si no respetamos los límites que Dios ha establecido?”. Luego léanle Proverbios 5:3-14 para ayudarle a reflexionar en las consecuencias de la fornicación.

Ahora bien, aunque uno quiera hacer lo correcto, no siempre es fácil. Takao, un muchacho de 18 años, confiesa: “Sé muy bien lo que debo hacer, pero me cuesta mucho mantener los impulsos bajo control”. Si su hijo se siente así, díganle que no es el único, que hasta el apóstol Pablo —un cristiano de lealtad probada— admitió: “Cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está presente conmigo” (Romanos 7:21).

Además, esa lucha es buena para el joven, pues le ayudará a definir qué clase de persona quiere ser: alguien que se deja llevar por sus impulsos y por lo que hacen los demás, o alguien firme e íntegro que controla su propia vida. Un buen conjunto de valores morales le permitirá tomar la mejor decisión.

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