Haznos un dios que vaya delante de nosotros (Éxo. 32:1).

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En cierta ocasión, Aarón, el hermano de Moisés, se dejó llevar por la presión de grupo. Cuando los israelitas le pidieron que les hiciera un ídolo, accedió a sus deseos. Pero no creas, joven, que era un debilucho. Recuerda el valor que había demostrado cuando se presentó junto con su hermano delante del faraón —el hombre más poderoso de Egipto— y le comunicó los mensajes de Dios. En cambio, ahora, al enfrentarse a sus compañeros israelitas, su reacción fue totalmente distinta. Le fue más difícil resistir su influencia que plantarse delante del rey de Egipto. ¡Qué poderosa es la presión de grupo! (Éxo. 7:1, 2; 32:2-4.) Como muestra este ejemplo, la presión de grupo no es un problema solo para los jóvenes. Afecta a todos los que se esfuerzan de corazón por comportarse bien. Quizás tus compañeros recurran a burlas, desafíos o acusaciones para incitarte a hacer algo malo. Sea cual sea la situación, no es nada fácil resistir. Si quieres vencer, primero debes estar bien convencido de lo que has aprendido.

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