Un punto de vista equilibrado sobre la madre

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El Creador le asignó a la mujer un papel muy honorable en la familia. El primer libro de la Biblia relata: “Jehová Dios pasó a decir: ‘No es bueno que el hombre continúe solo. Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él’” (Génesis 2:18). Así, la primera mujer, Eva, llegó a ser el complemento, o compañera, de Adán. Fue creada para ser justo la ayudante que él necesitaba. Ella formaría parte del propósito divino para la pareja: tener hijos y atenderlos, así como cuidar de la Tierra y los animales. Le brindaría el estímulo intelectual y el apoyo que se espera de una compañera genuina. Podemos imaginarnos lo feliz que se sintió Adán cuando recibió un regalo tan hermoso del Creador (Génesis 1:26-28; 2:23).

Con el paso del tiempo, Dios dio pautas sobre cómo tratar a las mujeres. Por ejemplo, las madres israelitas merecían ser tratadas con respeto, no con desprecio. El hijo que “invocara el mal contra su padre y su madre” recibía la pena capital. Y al joven cristiano se le exhortó a ser ‘obediente a sus padres’ (Levítico 19:3; 20:9; Efesios 6:1; Deuteronomio 5:16; 27:16; Proverbios 30:17).

Bajo la dirección del esposo, la madre debía educar tanto a sus hijas como a sus hijos. A los hijos varones se les ordenó: “No abandones la ley de tu madre” (Proverbios 6:20). Además, el capítulo 31 de Proverbios contiene “el mensaje de peso que la madre del rey Lemuel le dio al corregirlo”. Oportunamente lo aconsejó sobre las bebidas alcohólicas al decirle: “No es para los reyes beber vino, ni para los altos funcionarios decir: ‘¿Dónde hay licor embriagante?’, para que uno no beba y se olvide de lo que está decretado y pervierta la causa de cualquiera de los hijos de la aflicción” (Proverbios 31:1, 4, 5).

Por otro lado, todo joven que pensara casarse debía analizar la descripción que hizo esta mujer sobre la “esposa capaz”, cuyo “valor es mucho más que el de los corales”. Tras explicar la enorme aportación que esta clase de mujer hace a favor de su casa, la madre del monarca dijo: “El encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza” (Proverbios 31:10-31). Queda claro, pues, que el Creador confirió a la mujer un puesto en la familia muy digno y de gran responsabilidad.

En la congregación cristiana, la esposa y la madre también reciben honra y alabanza. Efesios 5:25 dice: “Esposos, continúen amando a sus esposas”. El joven Timoteo, a quien su madre y su abuela le enseñaron a respetar “los santos escritos”, recibió el consejo divinamente inspirado de instar “a las mujeres de más edad como a madres” (2 Timoteo 3:15; 1 Timoteo 5:1, 2). Así, el hombre debe respetar a una mujer mayor como si fuera su madre. No hay duda alguna, Dios valora a las mujeres y les confiere una posición muy digna.

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