Se requiere equilibrio para perdonar

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Cuando se comete un agravio serio contra alguien, el dolor puede ser inmenso, particularmente si uno es víctima inocente de un pecado grave. Cabe la pregunta: ‘¿Cómo puedo perdonar a alguien que me ha traicionado y perjudicado cruelmente?’. En el caso de un pecado craso que pudiera merecer expulsión, es posible que la víctima tenga que seguir el consejo de Mateo 18:15-17.

En cualquier caso, mucho depende del ofensor. ¿Ha habido alguna señal de arrepentimiento sincero desde que se cometió el mal? ¿Ha cambiado el pecador, intentando incluso remediar realmente la situación? A los ojos de Jehová, ese arrepentimiento es fundamental para el perdón, incluso en caso de pecados verdaderamente graves. Por ejemplo, Jehová perdonó a Manasés, uno de los reyes más inicuos de la historia de Israel. ¿Sobre qué base? Dios lo hizo porque Manasés finalmente se humilló y se arrepintió de sus viles caminos. (2 Crónicas 33:12, 13.)

En la Biblia, el arrepentimiento genuino implica un cambio sincero de actitud, un sentimiento de pesar por los males cometidos. Cuando es propio y posible, el arrepentimiento debe ir acompañado de un esfuerzo por resarcir a la víctima del pecado. (Lucas 19:7-10; 2 Corintios 7:11.) Cuando no se produce este arrepentimiento, Jehová no perdona. Es más, Dios no espera que los cristianos perdonen a quienes en un tiempo estuvieron en la luz espiritual, pero que ahora practican el pecado voluntariamente y sin arrepentirse. (Hebreos 10:26-31.) En los casos extremos, el perdón incluso puede ser impropio. (Salmo 139:21, 22; Ezequiel 18:30-32.)

Sea que se pueda perdonar o no, la víctima de un pecado serio tiene que sopesar otro factor: ¿Me conviene someterme al fuerte trastorno emocional de sentirme intensamente dolido y enfadado hasta que la cuestión se resuelva por completo? Considere un ejemplo. El rey David se sintió muy dolido cuando su general, Joab, asesinó a Abner y Amasá, “dos hombres más justos y mejores que Joab”. (1 Reyes 2:32.) David expresó su enfado y resentimiento oralmente y, sin duda, también a Jehová en oración. Pero con el tiempo, sus profundos sentimientos probablemente remitieron. No le dominó la ira hasta el final de sus días. David incluso siguió trabajando con Joab, pero no perdonó sin más a este asesino impenitente, y procuró que al final se hiciera justicia. (2 Samuel 3:28-39; 1 Reyes 2:5, 6.)

Es posible que quienes han sido víctimas de pecados serios necesiten algún tiempo, y también esfuerzo, para superar su ira inicial. El proceso de curación puede ser mucho más fácil cuando el ofensor reconoce el mal cometido y se arrepiente. Sin embargo, la víctima inocente del pecado debe poder hallar consuelo y solaz en el conocimiento de la justicia y la sabiduría de Jehová, así como en la congregación cristiana, independientemente del proceder del ofensor.

Sepa, asimismo, que perdonar a un pecador no significa excusar su pecado. Para el cristiano, perdonar significa dejar con confianza el asunto en las manos de Jehová. Él es el Juez justo de todo el universo, y hará justicia al debido tiempo. Esta justicia implicará juzgar a los “fornicadores y a los adúlteros” por su comportamiento traidor. (Hebreos 13:4.)

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