HONRADOS EN LA FAMILIA

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Además, la honradez debe distinguir a nuestra familia. Los cónyuges deben ser francos y sinceros el uno con el otro. No deben caer en vicios tan destructivos como el coqueteo, las relaciones clandestinas por Internet o la pornografía de cualquier tipo. Lamentablemente, algunos cristianos han obrado así a espaldas de su pareja. ¡Qué poca honestidad! Nunca caigamos en prácticas que nos lleven a ser hipócritas con nuestro cónyuge. Más bien, imitemos al rey David, quien dijo: “No me he sentado con hombres de falsedad; ni entro con los que esconden lo que son” (Salmo 26:4).

Los padres deben enseñar a sus hijos el valor de la honradez. Para ello, es conveniente que usen la Biblia. Por un lado, las Escrituras contienen ejemplos de lo que no debe hacerse. Tenemos el caso de Acán, que cometió un robo y trató de ocultarlo; o la historia de Guehazí, que mintió para lucrarse, y, por supuesto, el relato de Judas, quien no solo hurtó dinero, sino que recurrió al engaño más vil para hacer daño a Jesús (Josué 6:17-19; 7:11-25; 2 Reyes 5:14-16, 20-27; Mateo 26:14, 15; Juan 12:6).

Pero también hay ejemplos positivos. Como el de Jacob, que al enterarse de que sus hijos habían encontrado dinero en sus costales, les ordenó devolverlo, creyendo que había ido a parar allí por equivocación. O el de Jefté y su hija, la cual cumplió el voto de su padre a pesar del gran sacrificio implicado. O el del propio Jesús, que al verse ante una multitud enfurecida, actuó con valentía y no escondió su identidad, demostrando que lo que más le interesaba era el cumplimiento de la profecía bíblica y la seguridad de sus amigos (Génesis 43:12; Jueces 11:30-40; Juan 18:3-11). Esta es tan solo una pequeña muestra del gran caudal de relatos bíblicos que podemos emplear para enseñar a los hijos a amar y valorar la honradez.

Ahora bien, esta labor educadora no se limita a las palabras. Es esencial predicar con el ejemplo. Por eso, el apóstol Pablo preguntó: “Tú, el que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú, el que predicas: ‘No hurtes’, ¿hurtas?” (Romanos 2:21). Hay padres que, aunque defienden la honradez de labios hacia afuera, de vez en cuando actúan deshonestamente, quizá soltando verdades a medias o quedándose con artículos que no les pertenecen. Luego se justifican diciendo: “No es más que una mentira piadosa que a nadie hace daño” o “Ellos ya saben que la gente se lleva estas cosas”. Pero así lo único que consiguen es confundir a sus hijos. El robo siempre es robo, sin importar el valor del objeto sustraído; y la mentira siempre es mentira, independientemente del tema del que se trate o de que la falsedad tenga poca trascendencia (Lucas 16:10). Además, los niños huelen la hipocresía desde lejos, y suele afectarles mucho (Efesios 6:4). En cambio, si sus padres se esfuerzan por dejarles un buen modelo a seguir, es muy probable que de adultos continúen glorificando a Jehová en este mundo corrupto (Proverbios 22:6).

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