Cómo elegir diversiones sanas

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“Hagan todas las cosas para la gloria de Dios.” (1 CORINTIOS 10:31.)

IMAGÍNESE: está a punto de darle un mordisco a una apetitosa fruta, y de repente descubre que tiene una parte en mal estado. ¿Qué hará? Tiene tres opciones: comérsela toda tal y como está, tirarla entera a la basura o quitarle la parte dañada y consumir el resto. ¿Cuál será su decisión?

Pues bien, con las diversiones que nos brinda el mundo nos ocurre lo mismo que con esta fruta. Cuando nos ponemos a examinarlas, nos encontramos con que muchas están podridas en sentido moral. ¿Qué haremos? Bueno, algunos se las “tragan” todas, sin mirar si son buenas o malas. Otros, por el contrario, las rechazan por completo para no exponerse a nada perjudicial. Por último, hay quienes se aseguran de evitar siempre las que son poco sanas, pero disfrutan de vez en cuando de las más positivas. Ahora bien, ¿qué decisión tomaremos nosotros a fin de mantenernos en el amor de Dios?

La mayoría de nosotros encaja en el tercer grupo: comprendemos que necesitamos distraernos, pero solo con actividades que no nos perjudiquen moralmente. Claro, para eso hay que saber distinguir cuáles son sanas y cuáles no.

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