¿QUÉ PUEDE HACER LA FAMILIA SI HAY PROBLEMAS DE ALCOHOLISMO?

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Aunque muchas autoridades dicen que el alcoholismo no tiene cura, reconocen que es posible conseguir cierta recuperación mediante la abstinencia total. (Mateo 5:29.) Sin embargo, no es fácil lograr que un alcohólico acepte ayuda, pues este normalmente niega su problema. No obstante, cuando los familiares dan los pasos necesarios para resolver la situación que el alcoholismo ha provocado, es posible que el afectado empiece a reconocer que en realidad tiene ese problema. Un médico que ha ayudado a muchos alcohólicos y a sus familias dijo: “Creo que lo más importante es que la familia sencillamente siga su vida normal de la manera más provechosa posible. El alcohólico tiene que percibir que cada vez es mayor el contraste entre él y el resto de la familia”.

Si hay un alcohólico en nuestra familia, el consejo inspirado de la Biblia puede ayudarnos a vivir de la manera más provechosa posible. (Isaías 48:17; 2 Timoteo 3:16, 17.) Veamos algunos principios que han ayudado a las familias a afrontar con éxito el problema del alcoholismo.

Deje de culparse a sí mismo. La Biblia dice: “Cada uno llevará su propia carga de responsabilidad” y “cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios”. (Gálatas 6:5; Romanos 14:12.) Es posible que el alcohólico responsabilice de su condición a sus familiares. Algunos dicen: “Si me trataran mejor, no bebería”. Prestar oídos a esa justificación es animarlos a que sigan bebiendo. Pero aunque seamos víctimas de las circunstancias o de otras personas, todos nosotros, incluidos los alcohólicos, somos responsables de lo que hacemos. (Filipenses 2:12.)

No piense que siempre debe proteger al alcohólico de las consecuencias de la bebida. El proverbio bíblico que habla del hombre enfurecido es aplicable asimismo al alcohólico: “Si lo libraras, también habrías de seguir haciéndolo vez tras vez”. (Proverbios 19:19.) Debe dejarse que el alcohólico sufra las consecuencias de la bebida. Que él mismo limpie lo que ensucia o llame al trabajo la mañana siguiente a la borrachera.

Acepte la ayuda de los demás. Proverbios 17:17 dice: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando haya angustia”. El alcohólico causa angustia a la familia, y, por lo tanto, usted necesita ayuda. No vacile en confiar en los ‘compañeros verdaderos’ para que se la presten. (Proverbios 18:24.) Otras personas que comprenden el problema o que han afrontado una situación similar pueden ofrecerle recomendaciones prácticas sobre qué hacer o qué evitar. Pero sea equilibrado. No hable con cualquiera, sino con aquellos en quienes confía y que sabe que respetarán su “habla confidencial”. (Proverbios 11:13.)

Aprenda a confiar en los buenos pastores cristianos. Los buenos pastores de la congregación cristiana pueden serle de gran ayuda. Estos hombres maduros deben estar educados en la Palabra de Dios y deben tener experiencia en la aplicación de sus principios. Deben ser “como escondite contra el viento y escondrijo contra la tempestad de lluvia, como corrientes de agua en país árido, como la sombra de un peñasco pesado en una tierra agotada”. (Isaías 32:2.) Los pastores cristianos no solo deben protegen a la congregación en conjunto de las influencias nocivas, sino que también deben consolar y confortar a aquellos que tienen problemas, y se deben interesar personalmente por ellos. Aprovéchese plenamente de su ayuda.

Sobre todo, obtenga fuerza de Jehová. La Biblia nos asegura con cariño: “Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu”. (Salmo 34:18.) Si se siente quebrantado de corazón o aplastado en espíritu debido a las presiones de vivir con un familiar alcohólico, sepa que “Jehová está cerca”. Él entiende lo difícil que es su situación familiar. (1 Pedro 5:6, 7.)

Creer lo que Jehová dice en su Palabra nos puede ayudar a hacer frente a la ansiedad. (Salmo 130:3, 4; Mateo 6:25-34; 1 Juan 3:19, 20.) Estudiar la Palabra de Dios y vivir de acuerdo con sus principios nos permite recibir la ayuda del espíritu santo de Dios, que nos da “el poder que es más allá de lo normal” para enfrentarnos a la vida cotidiana. (2 Corintios 4:7.)

El abuso del alcohol puede ser la causa de otro problema que aflige a muchas familias: la violencia doméstica.

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