EL PERJUICIO QUE CAUSA LA VIOLENCIA DOMÉSTICA

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El primer acto violento de la historia humana fue un incidente de violencia doméstica entre dos hermanos, Caín y Abel. (Génesis 4:8.) Desde entonces, la humanidad se ha visto afligida por todo tipo de violencia doméstica. Hay esposos que maltratan a sus esposas, esposas que agreden a sus esposos, padres que azotan cruelmente a sus hijos pequeños e hijos crecidos que abusan de sus padres mayores.

El perjuicio que causa la violencia doméstica trasciende las cicatrices físicas. Una esposa maltratada dijo: “Tengo que hacer frente a fuertes sentimientos de culpa y vergüenza. Por la mañana, la mayor parte de las veces quisiera quedarme en la cama y pensar que todo ha sido una pesadilla”. Los hijos que observan o sufren la violencia doméstica pueden convertirse ellos mismos en padres violentos cuando tengan su propia familia.

La violencia doméstica no se limita al abuso físico; con frecuencia la agresión es verbal. Proverbios 12:18 dice: “Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una espada”. Estas “estocadas” que caracterizan la violencia doméstica pueden ser insultos y gritos, así como crítica constante, injurias y amenazas de violencia física. Las heridas de la violencia emocional son invisibles y suelen pasar inadvertidas a los demás.

Es especialmente triste el maltrato emocional de los hijos, es decir, la crítica constante y el menosprecio de sus habilidades, inteligencia o valía personal. Ese abuso verbal puede cercenar la confianza del niño en sí mismo. Es cierto que todos los niños necesitan disciplina. Pero la Biblia manda a los padres: “No estén exasperando a sus hijos, para que ellos no se descorazonen”. (Colosenses 3:21.)

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